Tiempo para la vida y buen vivir
La Marcha Soluciones al Cambio Climático, ya ha terminado. Llegamos a París el día programado. Lo hicimos casi volando, en nuestras bicis, entre el tráfico, a un ritmo rozando lo frenético, algunos exhaustos por pedalear a una cadencia que no era la suya, pero finalmente satisfechos. Concentramos 1500 kilómetros desde Madrid en apenas 21 etapas y al volver la vista atrás lo que más recuerdo es la velocidad, las matemáticas vespertinas para calcular cuantos kilómetros recorreríamos y en cuantas horas, contando el tiempo del almuerzo, del pinchazo pero sin contabilizar el tiempo para la vida
Hay un ensayo corto de Jorge Riechmann que se titula justamente Tiempo para la vida, donde sostiene que tras el Cambio Climático y la aniquilación de la biodiversidad y en general las grandes crisis ecológicas, se esconde un “grave problema de dimensión temporal”. Y es que los procesos industriales colisionan brutalmente con los tiempos de la naturaleza. Pensemos, por ejemplo, que hicieron falta trescientos millones de años para capturar ese CO2 atmosférico que quedó atrapado en las entrañas de la tierra en forma de combustible fósil y nosotros lo estamos devolviendo a la atmósfera cuando lo quemamos, en apenas tres siglos. Asimismo la contaminación no es tanto un problema de aglutinación sino de velocidad, vertemos con tanta rapidez tantos residuos a la biosfera que no le damos tiempo a autolimpiarse. Ni siquiera nos damos tiempo a nosotros mismos para evaluar el impacto que tiene esa contaminación.
Lo cierto es que el petróleo lo aceleró todo, aceleró los viajes, redujo las distancias y marcó el ritmo de nuestra sociedad. El petróleo nos permite viajar a una velocidad que nuestros pobres pies humanos no hubieran podido soñar jamás. Y esa capacidad que nos ha dado de superar nuestra condición física de primates, impregna nuestra cosmovisión. Una cosmovisión que impregnaba también los resquicios de la Marcha. Las etapas eran largas y había una pulsión intensa de no ceder ni un solo instante a la contemplación, al tiempo vívido, al disfrute de los atardeceres franceses, al goce de admirar la historia. El destino era lo más importante, apresurando el viaje, sin detenerse.
La bici, que es una máquina perfecta, según Ivan Illich, nos permite aprovechar mucho mejor nuestra energía metabólica. El ciclista es tres veces más rápido gastando muchas menos calorías que el peatón y apenas contamina. La bici te permite avanzar y a la vez disfrutar del trayecto. El viaje en bici es sensorial. Sin embargo si nos subimos a ella pensando sólo en llegar, nos perdemos el camino, nos perdemos el presente y replicamos los defectos del sistema
Como todos sabemos una de las claves para frenar o limitar el aumento de la temperatura terrestre es descarbonizar la economía. Y una de las cosas que esto implica es viajar menos o viajar más lento. Y es que la cultura ecológica del futuro será una cultura de los cuidados, una cultura del disfrute, una cultura de lo próximo, una cultura de lo lento, será en suma, un verdadero tiempo para la vida, un verdadero buen vivir. Así pues si pudiera repetir la Marcha Soluciones al Cambio al Cambio Climático, no la haría en veinte días, la haría en cuarenta.
Elena Vagamunda.